Volverse Dalí… ¡es posible!
Si tal es su deseo para el 2011, en preparación del homenaje a rendir a Dalí en 2014, para los 25 años transcurridos desde la «reconstitución de [su] cuerpo glorioso en el Cielo», se pueden probar varias técnicas.
Ultra Violet, en su día, intentó «volverse DalÍ» o por lo menos volverse más daliniana, bebiendo un gran vaso de orina del Divino. Le produjo una erupción de granos, como si se hubiera mimetizado con un cuadro de Roy Lichtenstein. ¡Un colmo!
Decepcionada, se fue a acostarse con Andy Warhol, y ya se sabe lo que le pasó entonces: fue «famosa durante 15 minutos».
Bueno, algo es algo.
Otra manera de volverse Dalí, consiste en desayunar todos los días media docena de ostras «belons» con confitura de caballo.
Las ostras son fáciles de conseguir. Si alguien no logra la confitura de caballo en su tienda habitual, les podremos comunicar la receta de forma totalmente altruista, e incluso enviarle una muestra gratuita a su domicilio. Basta con pedirlo.
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Por ser muy daliniano y Filodalista, el Performer (Accionista) Daniel Ezilio lleva en la punta de su propia nariz la pequeña cicatriz de un grano de acne exactamente igual al pequeño desconchado que pintó Dalí en la punta de la nariz de su efigie de «Gran Masturbador», el famoso cuadro de 1929.
Y anda por allí diciendo que él ha sido el modelo de Dalí, por prueba está la cicatriz en su nariz.
¡Las cosas de Dalí!
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Carne de gallina (pìloerección)
Existe una tipología completa de las diferentes clases de «carne de gallina» que Dalí fuera capaz de hacer experimentar a quienes se han acercado a su persona y su obra. Es la siguiente:
Carne de gallina…
– inaugural (pintada en 1928, es ya plenamente surrealista. Dalí la pinta de nuevo en un cuadro de 1932, Objeto indicador de la memoria instantánea),
– primordial,
– cósmica,
– existencialista,
– unidad de la patria,
– monárquica,
– crónica (Camino de Santiago),
– Rinoceróntica (la piloerección de La Encajera, de Vermeer),
-microfísica (angelical),
– intensiva,
– imperialista (apócrifa).
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Probemos a vivir como Dalí, a ser anacrónicos, es decir, surrealistas.
Dicen que se es lo que se come y bebe y piensa.
Para comer como Dalí, leamos su libro Las Cenas de Gala y cocinemos algunas de sus recetas. Son sabrosas.
Para beber, también sirve su libro Los vinos de Gala. Y para aquellos que no quieren o no pueden tomar alcohol, les comunicaremos confidencialmente la técnica alquímica para fabricar vino sin alcohol. Es muy fácil. Se hace con la imaginación creativa.
Para vestir a la moda daliniana, se pueden encargar a una buena costurera casera algunos diseños del Divino. No cuesta tanto. Luego, sobre los bogavantes, uno mismo se echa la mahonesa, y un ramo de perejil en la mano para completar, es un disfraz que ganará el primer premio en Carnaval, se lo garantizamos.
Yo, ya tengo para dormir un pijama daliniano color «sueño de langosta». Y ¡duermo genial!
Eso sí, nunca sueño con Dalí, me daría pena ver que eran falsos sus bigotes.
En cuanto a divertirse a la manera de Dalí, es extremadamente fácil, pues la oferta de ocio es inmensa. Están los collages, los cadáveres exquisitos, la cinta de terciopelo rosa, los Happenings, entre los cuales la cabra sanitaria y el burro podrido son lo mejor, junto con la humillación de la orgullosa cibernética. También tenemos la corrida litúrgica, alternativa ideal para los catalanes frustrados de sus legítimas y tradicionales corridas de toro que remontaban a Hercules y los Atlantes.
Para rematar la faena (espectacular) de volverse Dalí en diez lecciones, aprovecharemos su libro Dix recettes d’immortalité, que se custodia en la Fundación de Figueras y en la Biblioteca Nacional de París.
Si con todo esto no nos volvemos dalinianos o Dalís de aquí al 2014, será que no le hemos concedido la debida atención.
Recuerden lo que siempre repite Albert (Boadella): «Faltan Dalís».
Queda dicho.
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